En 1995 capturaron a Miguel Rincón, número 3 del MRTA. Tuve
la experiencia de estar muy cerca.
Eran las 3 o 4 de la tarde, cuando me bajé de la combi y
decidí visitar a mi buen amigo del colegio Joan Manuel. Eramos vecinos de toda
la vida, allá en la Molina Vieja, y solíamos pasar largas horas de terutilia en
su casa, en la mía o en el barrio.
Aquella vez llevé con entusiasmo un disco nuevo de mi grupo
favorito. Quería compartirlo y grabarlo a casette pues en esa época aun se
utilizaba el walkman. Luego de un par de horas de risas y chistes, antes de
anochecer, me estaba despidiendo en la puerta cuando escuchamos sonidos de
balas. Carijo, un asalto? Parecía anecdótico, hasta que las balas se
intensificaron y se convirtieron en ráfagas. No, no era un asalto, esto no se
ve bien. Optamos por entrar a la casa.
Los sonidos de balas y metralletas (según nosotros)
continuaron y parecían que estuvieran en nuestra misma calle. Nos reventaban en
la oreja. Por la televisión nos informamos de lo que estaba sucediendo. Un
grupo de terroristas del MRTA había sido rodeado por la Policía y los
militares. Estaban a solo 200 metros de nosotros.
Es difícil escribir sobre lo que sentíamos en ese momento. Nerviosismo
sin llegar al pánico, mucho miedo sin llegar al terror, desconcierto sin llegar
a la histeria. Pero carajo que nos orinábamos los pantalones. La situación se puso
peor cuando dos soldados o policías se pusieron en la entrada de la casa,
cubriéndose con la pared y disparando cada minuto. Escuchar sus gritos y sus dispararos
tan cerca es para volver creyente al más radical de los ateos.
Nos escondimos en la sala. Llamé a mi madre, a un par de
cuadras. La tranquilicé lo más que pude y le dije que estábamos seguros. La
verdad era que no lo estábamos, pues con dos policías disparando desde la casa
la cosa estaba horrible. En un momento tocaron la puerta, para que los dejemos
entrar y subir al techo. “Imposible! -dijo el padre de mi amigo- será para que
nos lancen una granada o algo. Tenía razón, los policías no insistieron.
Pasamos toda la noche despiertos, debajo de la cama. A las
8am, los terroristas se habían rendido, gracias a Dios. Si de algo me acuerdo
es que recé mucho por salir vivo, pero también para que esos policías y
soldados que estaban en la calle terminen ilesos. Le estaremos siempre
agradecidos.
m/p