jueves, 26 de enero de 2012

La demogogia del ejecutivo eficaz: obras, obras y más obras

El gran argumento para la revocatoria de un alcalde no es la corrupción, es la incompetencia. Un alcalde que proyecta una imagen que no trabaja, no puede seguir siendo alcalde. Si hay algo que irrita a la gente es que los políticos y los funcionarios públicos ganen su sueldo calentando silla, palabreando, quejándose, poniendo pretextos, pero sin trabajar. Y eso, por más juventud indignada de corruptos, tiene mucha más fuerza para explicar la popularidad o no de una autoridad política.

Que hay políticos y burócratas ociosos, sin duda. Que el aplatanamiento, la inercia y el amiquechú porque el mundo es así, es parte del paisaje en la administración pública también es cierto. Pero eso ya lo sabíamos, y no tiene por qué decepcionarnos. Aquí la pregunta es qué y quienes están haciendo algo para cambiar esta situación.

Y yo digo que sí hay mucha gente, políticos y funcionarios públicos que trabajan para cambiar el chip de hacer las cosas. Pongámonos positivos y hablemos un poco de eso. Porque si existen políticos y funcionarios honestos, creativos, innovadores, arriesgados, con los ojos en el cielo y los pies en la tierra, entonces podemos pensar en cambios interesantes en la forma de hacer política.

Para empezar, así como nos irrita la corrupción y la incompetencia, también debe irritarnos la demogogia. Me refiero a esos políticos floreros que ofrecen obras sin mayor reflexión que la promesa de gastar en ladrillo y el cemento, solo para tomarse la foto y romper el champagne. Creo que esos personajillos son nuestra desgracia y la expresión plena de la demagogia irresponsable en nuestra democracia. Son politiqueros mediocres que juegan con nuestros impuestos a ser gobernantes grabados en placas y letreros. Un culto a la personalidad típico de un “ególatrete” que le encantase drogarse con el poder político, pero que no tiene la menor idea de los que es gobernar.

Pero volvamos a este asunto de las obras, y de la capacidad de un gobernante.

En realidad, las obras sólo sirven si hay gente detrás, es decir, si hay una necesidad, una demanda real para un servicio público como la seguridad, el transporte, la limpieza y el orden de las calles y áreas públicas. Por eso, un político gerente, a diferencia de un politiquero ejecutor, no piensa en las obras, piensa en los servicios que la gente necesita y exige. No para un grupito, para todos. Un funcionario público primero mira la calidad del servicio y luego piensa en la obra, cuando se necesita. Saben por qué? Porque la plata no alcanza y tiene que estirar el chicle a la mayor cantidad de personas, porque todos pagamos arbitrios e impuestos.

- De qué sirve un puente que la gente no lo puede utilizar?
- De qué sirve una cancha de fulbito para que jueguen los fumones?
- De qué sirve un parque nuevo si en las noches asaltan y violan?
- De qué sirve un by-pass que solo te lleva al siguiente atoro?
- De qué sirve un hospital municipal con médicos y enfermeras que maltratan a tu esposa?

Se pueden hacer muchos puentes, intercambios viales, parques, plazuelas, hospitales, escaleras, sin pedir permiso porque pedir perdón siempre sale más barato. Seguramente, todos recordaremos las obras que funcionan, pero también debemos recordar aquellas que se hicieron y no funcionan, o a media caña. Créanme, existen muchos, pero muchos ejemplos, y eso es algo que se tiene que corregir.

Hacer obra por hacer obra, es botar la plata, y en nuestro país eso es una barbaridad. Por eso, en la ejecución de obras todos debemos poner una condición: que haya un servicio útil para la gente. Cuando lo veamos así, entonces hay varias cosas que pedir a los políticos antes de prometer obras cuál rifa de kermesse:

1.- Asegure primero la calidad técnica del servicio. Apoye la velocidad y la oportunidad del producto. No compre equipos bamba ni llame maestritos que echan arena al cemento porque a los 3 meses hay que volver a arreglar. No tolere la informalidad y la improvisación.

2.- Garantice personal con buen trato a los usuarios y vecinos. Haga ciudadanía. Un funcionario debe ser una persona alegre, cálida y respetuosa. Nada más agresivo que un servicio público pero con trabajadores malcriados y prepotentes. El respeto, la tolerancia y la cortesía es parte esencial de un servicio de calidad.

3.- Facilite siempre el acceso a la gente. Tanto en la ubicación general del servicio (cerca a una estación o avenida) como del ingreso al local para personas extranjeras, de tercera edad o con discapacidad. Un servicio público siempre debe tener la percepción que es para TODOS igual.

Podemos llegar a cambiar esa lógica? Absolutamente posible. Ya hay varios ejemplos en el Perú que calladitos nomás, hacen gerencia pública y política de manera muy profesional y honesta. Vean los casos premiados por Ciudadanos al Día por ejemplo.

Esa es la política que quisiera que se haga en el Perú. Ese es el mensaje que debemos dar a los jóvenes que quieren hacer su servicio militar en alguna entidad municipal o del gobierno. O mejor, esos jóvenes que quieren trabajar como funcionarios para, sin politiquería ni demogogia, gerenciar profesionalmente los servicios públicos que la gente necesita.

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