lunes, 5 de abril de 2010

La moral y la política, y el viejo dicho del "fin justifica los medios”

No mentir, no robar, no matar.

Reglas morales que nos enseñaron en el colegio y en la casa, y que todos estamos de acuerdo que son valores morales que nuestros hijos deben cultivar. Estos valores también fueron llevados al arte de gobernar, a la política, y ha sido intensamente discutidos en el pensamiento y filosofía política desde la antigüedad al día de hoy. Y sin embargo, la discusión no ha terminado.

Hoy leí un artículo de José Barba Caballero, ex parlamentario y político peruano experimentado, hablando sobre la incompatibilidad entre la moral privada y la moral del Estado (http://www.correoperu.com.pe/correo/columnistas.php?txtEdi_id=4&txtSecci_parent=&txtSecci_id=84&txtNota_id=322720). En este texto, el pensamiento “práctico” y hasta “amoral” es defendido en aras de objetivos supuestamente superiores del Estado como el orden, el bien común o la paz.
Repasemos uno por uno los ejemplos y argumentos del artículo en mención.

En primer lugar se afirma que ganar la guerra contra al terrorismo en el Perú era un objetivo superior, y cualquier exceso, como violaciones, matanzas y demás, eran inmorales pero tolerables o incluso perdonables por la sociedad, puesto que se había logrado el objetivo. Total, el único que tiene el monopolio legal para matar es el Estado, y aquí lo que se definía era “o ellos o yo”. El fin justifica los medios, se acuerdan?

En segundo lugar, el texto critica la decisión del presidente Paniagua de desactivar del servicio de inteligencia porque, aun siendo un trabajo sucio, es absolutamente necesario en los países. Sí, es cierto, el servicio de inteligencia es necesario, pero no el que había construido Vladimiro Montesinos. ¿O acaso creemos que ese Servicio era el que los Estados y sus ciudadanos necesitan?

En tercer lugar, según esta filosofía, la “moral” de la política se apoya en las exigencias de la realidad, y no en consideraciones morales privadas. Me hizo recordar las palabras de Tom Hagen, Consiglieri de la familia Corleone, al nuevo Padrino “hay cosas que no se dicen, se hacen y punto. A nadie le gusta pero se tiene que hacer”. Seguidamente mató a su hermano por traidor. El artículo concluye con contundencia lógica que, dadas las razones expuestas, el que tenga conciencia no debe hacer política.

Como dijimos al comienzo, muchos pensadores han hablado de la relación entre la moral y la política. Si bien Maquiavelo es uno de los pioneros de la filosofía Barba Caballero, también es cierto que los Estados hace tiempo que han avanzado en materia de valores morales en las sociedades. Por eso ahora tenemos códigos civiles y penales más completos, tenemos un derecho de la competencia más desarrollado, tenemos cartas y compromisos sobre derechos humanos, contra la discriminación, trata de personas, prostitución infantil, etc.

Esto de separar la moral privada y la moral de la política no deja de ser un espejismo ideológico. Ciertamente, el Estado es la fuerza colectiva que necesitan las personas para convivir, pero de ninguna manera, ese poder delegado puede servir para aceptar valores amorales como mentir, robar o matar. Y si alguien argumenta que el bien común puede vulnerar los derechos de una persona individual, debemos recordar que el liberalismo hizo su gran contribución a la humanidad cuando los países suscribieron la carta universal de los derechos humanos en la ONU.

Finalmente, debemos recordar que la política no es solo el arte de gobernar, sino también el arte de la conducción y la representación de las personas y sus valores. Un político, como un intelectual, un deportista, un artista, un maestro, no solo es su talento, sino también un ejemplo y un referente para los demás. En el caso del político, la responsabilidad de dar el ejemplo es mayor, porque expresa con su conducta y su coherencia cómo las personas quieren vivir. Por eso, la política y la moral van de la mano.

1 comentario:

  1. Lo más importante cuando hay encrucijadas para decidir qué debe hacer el Estado y qué no debe hacer, es decidirse por lo que asegura la vida plena de todos sus pobladores, respetando los mecanismos de sintesis de la voluntad popular, tanto en el corto como en el largo plazo.
    Los sistemas institucionalizados de agresión a la vida, que pueden tener uno o dos actos acertados, lamentablemente actuan fuera de los pactos sociales, y sus condiciones de excepcion no pueden convertirse en reglas para ninguna sociedad. Finalmente, cuando un sistema de inteligencia asume una condicion de excepcion es reponsable de reforzar su cuidado en la protección de la vida y de los pactos sociales existentes. De lo contrario, Barba Caballero no estaría vivo ni con libertad de expresión.

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